EL JUGADOR

EL JUGADOR

Nadie quiere jugar con él de pareja porque es como un libro abierto, miente fatal, los adversarios le ven las señas y rara vez acierta la jugada. Menos mal que las parejas se hacen por sorteo y “la castaña” se la reparten entre todos.

Emeterio es muy aficionado al mus y aunque pone interés, es muy flojo y pierde casi siempre. Forma parte de un grupo, “Amigos del mus”, y los compañeros le apodan Perete, pero ni eso lo desanima.

Componen el grupo dieciséis titulares y varios suplentes. La liga dura unos tres meses y la última partida coincide con la comida de despedida y la entrega de trofeos. Terio, que así lo llaman, recibe siempre el premio de consolación, con el consiguiente cachondeo de todos.

Cuando se hace el sorteo, nadie quiere que le toque de compañero, aunque no dicen nada por cortesía. Simplemente fruncen el ceño y miran de soslayo al resto de jugadores como diciendo: “me tocó la castaña pilonga”.

Admira la agudeza de Ezequiel, que según coge las cartas las pone sobre la mesa sin apenas mirarlas y clava los ojos en el rival de su izquierda como un sabueso, y no vuelve a tocarlas hasta el recuento, al final de la jugada. Sin embargo, prefiere jugar de pareja con Héctor, que es muy lento y mira las cartas con vicio, como si abriera un cofre con un tesoro. Cuadra las cartas que le reparten golpeándolas varias veces sobre la mesa, las corre muy poco a poco por la esquina superior izquierda para ver el número y así saber si son figuras o “morralla”. Todos coinciden en que Héctor es el que más liga y algunos lo llaman “el príncipe troyano”.  

Las noches de los martes Terio se acuesta pensando en la partida de esa tarde, tratando de averiguar por qué ha vuelto a perder y retiene las jugadas en su cabeza, aunque no encuentra respuesta ni soluciones.

No llega a estar obsesionado por su condición de Perete, pero tiene un cierto complejo, que lo lleva sin trauma.

Esta tarde hay partida del campeonato y le toca de compañero, Ruiz. Mientras mira las cartas siente un hormigueo en la cara, como que se le duermen las mejillas. Le cuesta trabajo pasar señas, habla con dificultad y apenas entiende lo que le dice su pareja. La cosa va a más, los compañeros, preocupados, deciden llevarlo a un centro de salud.

Le diagnostican un pequeño infarto cerebral por rotura en un vaso sanguíneo, pero para sorpresa de todos se recupera muy pronto. La vida es imprevisible, y este accidente cerebral se la ha cambiado radicalmente, y no para mal.

Pasado un mes, acude a la consulta y entrega al médico las pruebas que le ha encargado. El doctor abre el sobre y saca los resultados para examinarlos. Es una sola hoja escrita por una cara. Emeterio está sentado enfrente, pendiente de la reacción del médico. De pronto siente que le corre una banda de calor por la frente y se asusta creyendo que le está repitiendo el ictus. Dirige la mirada a la hoja que sujeta el médico con las manos y ve que puede leer el informe por el reverso:

 

 ANTECEDENTES PERSONALES

  • Alergias: No referidas.

ENFERMEDAD ACTUAL

Acude paciente de 59 años por sus propios medios refiriendo …   

El sudor le corre mientras mira al doctor sorprendido, creyendo que está leyendo la cara en blanco, pues desde su posición él lee perfectamente lo que pone el informe. Se frota los ojos con fuerzas y no le dice nada, no siendo que crea que ha perdido la cabeza.

  • Todo va bien. Siga con el tratamiento y nos vemos en dos meses -le dice el doctor con cara de satisfacción.
  • Gracias, doctor, no se puede imaginar el peso que me quita de encima -levantándose y dándole la mano de despedida.

De camino a casa entra en la farmacia a comprar las medicinas que le ha recetado, saca el talonario y entrega dos recetas al farmacéutico. La situación se repite, y según las lee el de la farmacia, consigue leerlas él también.

Está deseando llegar a casa para comprobar si puede leer un libro cerrado o, lo más importante, ver los naipes por el reverso. Comprueba que no, que sólo puede leer el anverso, como todo el mundo, y se lleva una gran decepción, pues se había creado algunas expectativas con el mus.

Es martes y esta tarde se juega la novena partida del campeonato. Los compañeros se interesan por su salud y se alegran de su rápida recuperación. Las parejas se sientan en sus respectivas mesas, colocan el tapete verde con las piedras y comienzan las partidas.

Terio juega con Sendín, contra Lorenzana y Garcés. Da las cartas Sendín, de una en una.

  • Mus corrido, y sin señas -recuerda al resto.

Una vez repartidas, los jugadores las cogen. Emeterio mira a su compañero y ve sus cartas como el que ve a través de un cristal. Le entra un escalofrío por el cuerpo y comprueba que las de sus contendientes, las ve igualmente. Su compañero tiene dos pitos, un cuatro y una sota, él tiene dúplex de seises, reyes. Lorenzana no tiene nada y Garcés, dos pitos, un seis y un caballo.

Lorenzana es mano, no tiene jugada y pasa la baraja a Terio.

  • Las de Leganés – con cierta arrogancia.
  • Coños, cómo empieza el enfermo -le observa Garcés- ¿y cuáles son esas?
  • A pares todas y a chicas tres -responde Terio.
  • Anda, jódelo. A estas alturas nos va a salir flamenco -dice Lorenzana mirando a Garcés.
  • A chicas, tres más. Y luego veremos los pares – contraataca Garcés.
  • Bueno, estamos empezando. Se ven las seis -apartando seis piedras Sendín.

La jugada sigue hasta el juego y cuando muestran las cartas, Garcés se cabrea y las tira sobre la mesa recriminando a Terio y a Sendín que se hayan pasado señas siendo mus corrido.

  • No te confundas, Garcés. Aquí nadie ha pasado nada, que tienes muy mal perder -le responde Terio.

Terio y Sendín ganan la partida tres a cero con tanteos abultados. Nadie da crédito a la victoria, pero todos los felicitan y la autoestima de Terio sube hasta el ático.

Le resulta extraño que cuando la baraja está encima de la mesa, las cartas permanecen opacas también para él, al igual que cuando las reparten. A partir de mirarlas los compañeros de mesa es cuando él puede verlas, como si sus ojos penetrasen en los ojos de ellos. Cuanto más despacio y más tiempo miran las cartas, más tiempo tiene él para retenerlas y preparar la jugada.

La gente se hace cruces cuando ven a Terio hacer jugadas que parecen absurdas y envites imposibles, y gana. Todo ello sin pasar una seña.

En poco tiempo llega a ser el mejor del grupo. Gana a todos los rivales y todos quieren jugar con él. Nadie sabe cómo, pero el milagro se ha producido.

A lo largo de las partidas semanales comprueba con extrañeza que hay tres jugadores a los que no puede ver las cartas. Después de darle muchas vueltas concluye que juegan con gafas graduadas, y que ante ellos es vulnerable, pues juega sin ventaja. También le cuesta más trabajo jugar contra Ezequiel, porque coge las cartas y las mira en décimas de segundo, dejándolas reposar en la mesa hasta el final de la mano.

Comienza a participar en competiciones más o menos importantes y las victorias caen de su lado una tras otra. Elige de compañero para los campeonatos a Héctor. Se guarda para sí el maravilloso don que ha recibido a raíz del ictus y lo único que habla con Héctor para preparar las partidas es que no le pase señas y que confíe en él, y cuando vea que hace alguna jugada extraña, la respete, aunque la cuestione de cara a los rivales y a los observadores. Su compañero no anda con averiguaciones, acepta y a ganar, aunque sabe que algo pasa, pues es imposible que Terio acierte todas las jugadas decisivas.

Recorren la geografía española participando en campeonatos de mus contra los mejores jugadores, y siempre salen victoriosos. Tan grande es la repercusión que consigue la pareja, que reciben una invitación de la Asociación Española de Mus para participar en el Máster Internacional, donde solo participan los invitados por dicha organización.

Se celebra en Madrid a finales de noviembre y participan doscientas catorce parejas. A la final llegan Cáceres y Vizcaya. Por Cáceres, Emeterio Fernández/Héctor Bermejo, y por Vizcaya, Aitor Múgica/Imanol Landa, que son los campeones actuales.

Cada jugador lleva colgada del cuello su credencial. Mucho público y cámaras de TV privada. Tapete de fieltro verde con el logo de la Asociación grabado en dos esquinas y de Zoco en las otras dos. Los campeones serán los que lleguen antes a cuatro juegos ganados.

Se presentan, se dan la mano y se desean suerte. Aitor reparte las cartas y los nervios se dejan ver en unos jugadores más que en otros, especialmente a la hora de barajar.

La mesa queda ordenada con Aitor, que reparte las cartas, Héctor a su derecha, Imanol, que lleva gafas, de frente y Terio a su izquierda. Entre Aitor y Héctor, un juez, y entre Imanol y Terio, otro.

Héctor nota cierta tensión en la cara de su compañero, pero confía plenamente en él.  Terio está contrariado porque Imanol lleva gafas y la ventaja será menor.

  • Paso -Héctor, con treinta y dos (rey, caballo, siete, cinco).
  • Paso -Imanol.
  • Paso -Terio, que tiene caballo y tres pitos.
  • Tres -Aitor, con treinta y dos (rey, caballo, seis, seis).
  • Llévate una -Terio.

 

  • Paso -Héctor.
  • Paso -Imanol.
  • Envido -Terio.
  • No queremos -Aitor.

 

  • No hice pares -Héctor.
  • Pares -Imanol.
  • Pares -Terio.
  • Pares -Aitor.

 

  • Envido -Imanol.
  • Envido más -Terio.
  • No me gusta -Aitor.
  • Dos de pico largo -Terio, cogiendo dos piedras.

 

  • Juego -Héctor.
  • Juego -Imanol, que lleva rey, rey, caballo, pito.
  • No hice -Terio.
  • Juego -Aitor.

 

  • Envido -Héctor.
  • Tres más -Imanol.
  • Se ven cinco -Héctor con muchas dudas.

Muestran las cartas: Héctor, treinta y dos sin pares; Imanol, treinta y una con pares; Terio, tres pitos, caballo, y Aitor, treinta y dos con pares.

 En esta mano la pareja de Vizcaya se lleva once piedras, por cinco de los cacereños.

Héctor mira al compañero como no viéndolo claro, pero Terio lo serena con los gestos. Está sembrando para coger una buena cosecha.

Las manos se van sucediendo entre nervios, chascarrillos y sarcasmos intimidatorios. Terio no está nervioso, pero tampoco tranquilo, pues los rivales juegan casi sin mirar las cartas y en más de una ocasión tiene que jugar sin ventaja.

El primer juego lo ganan los vizcaínos por 40-36, tras un órdago echado por Terio y querido por Imanol, que de mano se había dado mus negro. Los dos siguientes caen del lado de los cacereños, el cuarto se resuelve por cuarenta a treinta y nueve a favor de Vizcaya, el quinto lo gana también Vizcaya, tras una jugada encontrada de Héctor e Imanol: duples de reyes caballos los dos, siendo mano Imanol.

Ganan los vizcaínos por tres juegos a dos, y Terio no da crédito. ¿Cómo es posible que vayan perdiendo?

Obsequian a los jugadores con un chupito de pacharán Zoco por deferencia de los patrocinadores, se mojan los labios y comienza el sexto juego.

Reparte las cartas Héctor e Imanol se quita las gafas para limpiarlas con un pañito. Terio está expectante por si mira las cartas sin gafas, pero no lo hace y se las coloca de nuevo.

Después de un tanteo bastante igualado llegan a la última jugada con treinta y siete para Terio y Héctor y treinta y ocho para Aitor e Imanol.

Reparte las cartas Terio y tiene la mano Aitor, que ve muy cerca revalidar el título.

  • Paso -Aitor, con las de Madrid (rey, sota, sota, siete).
  • Paso -Héctor.
  • ¿Qué digo? -Imanol.
  • Pásate -le ordena Aitor.
  • Se fue -Terio.

 

  • Paso -Aitor.
  • Envido -Héctor, con rey, caballo, pito, pito.
  • Se quedan a dos piedras -informa Imanol a Aitor.
  • Déjasela -Aitor.

 

  • Pares -Aitor.
  • Pares -Héctor.
  • No hice pares -Imanol, (con rey, caballo, pito, cuatro).
  • Pares -Terio.

 

  • Paso -Aitor
  • Dos -envida Héctor.
  • Llévate una -Aitor.

 

  • Juego -Aitor.
  • No tengo -Héctor.
  • No -Imanol.
  • Yo sí -Terio, respirando a gusto.
  • Envido -Aitor, pensando que no querría Terio y dependerían de la mayor.
  • Si no quieres, iguales a treinta y nueve -Héctor a Terio.
  • Quiero -Terio.

Muestran las cartas: treinta y siete Aitor, cuarenta Terio.

Respiran hondo Terio y Héctor, y se desaniman Aitor e Imanol, que ya se veían revalidando el título.

  • Bueno, señores, vamos al juego definitivo. ¿Quién dijo que la final sería fácil? -comenta uno de los árbitros.

 

Reparte las cartas Aitor, tiene la mano Héctor. Da las cartas sumamente despacio, como repasando aún el juego anterior.

  • Paso -Héctor, con rey, rey, sota, pito.
  • Envido -Imanol.
  • Quiero -Terio, con las cartas de Héctor.

 

  • Paso -Héctor.
  • Paso -Imanol.
  • Tres -Terio, con rey, pito, pito, pito.
  • Llévate una -Aitor, con rey, sota, cinco, cinco.

 

  • Pares -Héctor.
  • Pares -Imanol.
  • Pares -Terio

 

  • Pares -Aitor.
  • Envido -Héctor.
  • Envido más -Imanol.
  • Se ven cuatro -Aitor.

 

  • Juego -Héctor.
  • Juego -Imanol.
  • No jugué -Terio.
  • No -Aitor.
  • Paso -Héctor.
  • Tres -Imanol.
  • Todas – Héctor.
  • ¿Qué hacemos?, pregunta Imanol a Aitor. Yo las llevo.
  • Ya, pero él es mano y el tapete está virgen aún -Aitor.
  • Déjate engañar – Aitor.
  • No queremos. Llévate tres.
  • Bien jugado, Héctor -lo anima Terio.

Muestran las cartas y suman el tanteo: Imanol tiene solomillo. Ocho para los vizcaínos y siete para los cacereños.

Siguen las manos, todas muy igualadas, y llegan a treinta y cuatro para Terio y Héctor, y treinta y dos para Aitor e Imanol.

Héctor baraja las cartas más de la cuenta y Aitor le dice: “que se le caen las bragas a la sota”. Deja de barajar, le corta Aitor y reparte lentamente.

  • Paso -Imanol.
  • Paso -Terio, con caballo, sota, siete, cuatro.
  • Paso -Aitor.
  • La gano en paso -Héctor.

 

-     Paso -Imanol.

-     Paso -Terio.

-     Paso -Aitor, con rey, rey, caballo, pito.

-    Paso -Héctor, con rey, caballo, cuatro, pito.

 

  • No hice pares -Imanol.
  • Ni yo -Terio.
  • Pares -Aitor.
  • No hice -Héctor.

 

  • Juego -Imanol.
  • Juego -Terio.
  • Juego -Aitor.
  • No tengo juego -Héctor.

Un murmullo flota en la sala mientras los jugadores estudian la jugada. Héctor comienza a sentir el síndrome de las piernas inquietas, aunque delega la responsabilidad en Terio, pues él no tiene juego.

  • Órdago -Imanol.
  • Aquí está la partida y el campeonato -Terio.
  • No tiene pares -Héctor.
  • Ya, pero pueden salirse: pares, grande, no querer y dos juegos, cuarenta -Terio.
  • ¿Sabes qué te digo? No hemos venido al frente para escondernos en las trincheras -Terio mirando a Héctor- Se ve el órdago.

Ponen las cartas encima de la mesa y se oye un ¡Oh! generalizado entre el público, seguido de aplausos.

Imanol tiene rey, caballo, siete, cinco, mientras que Terio levanta caballo, sota, siete, cuatro.

Después de saludarse los jugadores, Aitor e Imanol se quedan sentados, como aplastados, y Terio y Héctor se levantan y se abrazan soltando toda la tensión acumulada.

Tras una larga y emocionante celebración, regresan a casa. Las felicitaciones del grupo “Amigos del mus” no cesan y Terio medita unos días sobre su futuro como jugador, pues no ve claro seguir con la farsa.

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