Un circular y sosegado baile de sombras merodea la dehesa y se pierde por la corralá. Mientras, dos conejos y un gazapo tiritan bajo un carrasco con vistas al cielo. Nada de retamas, escobas ni brezo que les sirvan de cobijo.
Los húmedos y asustados ojos de la cría se dirigen a sus progenitores, que miran angustiados a lo más alto buscando una explicación.
Sobre la seca y áspera rama de una encina milenaria toma el sol el búho real. Espera la caída de la noche para salir a cazar. Su cabeza sube, baja y gira lo necesario para presenciar al mismo tiempo la oscura danza de buitres y una trágica escena al pie de la vaguada: una oveja y su caloyo, agonizantes, se resignan indefensos ante su destino.
Las siniestras sombras aserradas aceleran su vuelo en tenebroso silencio, crecen en su descenso en espiral y se clavan como afilados cuchillos en sus entrañas.